PRINCIPIOS GENERALES DE LA PEDAGOGÍA IGNACIANA
DESARROLLO INTEGRAL DE LA PERSONA
El fin de la educación es ayudar al desarrollo más completo y armónico de los alumnos para que respondan a su vocación más profunda de ser humano. Se dirige a todas sus facultades: sensibilidad, inteligencia, corporalidad, afectividad, sexualidad, voluntad, carácter, dimensión ética y religiosa.
BÚSQUEDA DE LA EXCELENCIA
Nuestra formación aspira a ser un llamado permanente y esperanzador a la superación personal. Conocerse más, aceptarse a sí mismo en las propias limitaciones y posibilidades y en medio de las complejidades, dar lo mejor de sí.

DESARROLLO DE LA
LIBERTAD RESPONSABLE
El alumno debe aprender a hacerse responsable de su desarrollo, conocer la realidad, y desde ahí, animado por el amor a la verdad, al conocimiento crítico y la investigación tenaz, asumir activamente su libertad para aportar a la sociedad.

DISCERNIMIENTO DE LA VOLUNTAD DE DIOS
Cada joven en el mundo puede descubrir la voluntad de Dios para él. El discernimiento es un instrumento privilegiado que nos legó San Ignacio para ayudarnos a descubrir y realizar en la excelencia la vocación personal.
PERSONAS PARA LOS DEMAS
Procuramos que los alumnos se den cuenta que los “talentos” son dones dados para el bien propio y de la comunidad. Son estimulados a emplear sus cualidades para servir a los demás, y ver en ello, una respuesta concreta al amor de Dios.
SERVICIO DE LA FE Y LA PROMOCIÓN DE LA JUSTICA
Debemos formar en el servicio de la Fe, donde la promoción de la justicia, la acción por la paz y la preservación de la creación son una exigencia irrenunciable. Buscamos el compromiso de trabajar con ardor e inteligencia por un mundo más humano y más justo.

DIÁLOGO ENTRE FE Y CULTURA
Nuestra formación debe promover un dialogo abierto y constructivo que permita conciliar la cultura y el mundo moderno con la búsqueda y vivencia de la fe.